Impresiones de nuestro primer viaje a Puerto Ocopa salpicada de planos entre Lima y Puerto Ocopa

 

La Provincia de Satipo de clima tropical, se ubica en la parte oriental del departamento de Junín, pertenece a la región natural Rupa-Rupa o Selva alta, inicialmente fue habitada por comunidades nativas como los Asháninkas, Piros y Simirinches.


En 1673, el padre Manuel Biedna establece en el valle de Pangoa la primera misión llamándola "Fundación Santa Cruz" luego es rechazado por los nativos. Entre los años 1730 al 1735 los misioneros Franciscanos logran un estado floreciente de las misiones.


 

Viajamos mi hijo Gabriel y yo a la selva central desde Lima, se pasa primero por el punto de altitud de  4.815 metros,  atravesamos los Andes, para descender después hasta Tarma, recorriendo  después los pueblos de San Ramón, La Merced, Pichanaki y al final Satipo.  Son  9 horas de viaje desde la ciudad de Lima,

 Aquí acaba la carretera asfaltada, se sigue por una  camino de tierra,  con un gran paisaje selvático y con olor a café, se pasa por Mazamari, teniendo al río Pangoa y luego al río Satipo durante casi todo nuestro recorrido, aunque nada más pasar Mazamari casi nos caemos en el recorrido hasta las cataratas del Arco Iris.  Llegamos  a Puerto Ocopa ( 390 msnm), luego de dos horas y 49 kilometros de distancia desde Mazamari. Donde se puede  observar las casas y algunos pobladores Asháninkas con su típica vestimenta.


Uno de los más importantes recursos naturales con el que cuenta el Distrito de Río Tambo es, el "Parque Nacional Otishi", que en el término del lenguaje Arawac significa "cumbre" o "cordillera". Contiene importantes ecosistemas y especies endémicas.  Aquí es típico el almuerzo de pescado doncella con arroz y carne de venado con yuca. Este paraje es entusiasmante, parece que allí no pasa el tiempo.

 Y se llega a la Iglesia Misionera de Puerto Ocopa tiene una construcción de estilo colonial, de ladrillo rojo,  con amplios arcos y ventanas. Frente a ella se encuentra  la Misión de Santa Teresita, en ella pululan cantidad de niñas y niños, en su mayoría huérfanos, los más no conocen a sus padres,  los otros ni familia tienen o les es desconocida. Pero para todos esta Misión es su casa. En ella  comen, duermen, juegan, estudian y son tratados con  cariño, con ese cariño que no han conocido. El Padre Castillo y las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada Concepción  son todo lo que tienen.

 Enseguida descargamos los paquetes que desde  Mazamari traíamos, latas y mas latas, y un sin fin de cosas..

 Estando allí, es fácil ver a esa chiquillería jugando, pero también cuidando su chacra, que al otro lado del ría Pangoa se encuentra. Allí estuvimos pasando momentos  "para el recuerdo". No es fácil, olvidar. Es entonces cuando nos dimos cuenta de que algo podíamos hacer, y ese era nuestro propósito, hacer algo por ello. Ya en España empezamos a trabajar para ellos, esperábamos conseguirlo.

 Pero mientras tanto allí estábamos, y fue hasta el Jueves Santo,  ya en la mañana partimos para Atalaya.  Iniciamos la travesía por medio de un bote a motor por el río Perene, partimos de Puerto Chata y  navegamos observando la magnitud de este gran río. Seguimos navegando por el Perene, hasta llegar al punto en donde se une con el río Ene formando el río Tambo, que al unirse mas adelante con el río Urubamba a la altura de Atalaya, forma el río Ucayali.

 En el recorrido vimos muchas  comunidades nativas.  Acampamos a orillas del río,  y por la noche nos reunimos todo el grupo cerca de una fogata y ante el canto de las ranas, empezamos a escuchar los mitos y leyendas de jóvenes de varias comunidades Asháninca,  nos quedó una sensación de una noche mística.

Era sábado de Pascua, y el oficiante era un sacerdote polaco, que no se cuanto tiempo llevaba allí.  Nos invito a café en su precaria casa, y charlamos tiempo y tiempo, las más veces de sus cosas, de anécdotas pasadas con los feligreses y otros que lo eran menos.

Esa noche la recomendación fue para estos jóvenes Ashánincas, el no perder la identidad y diversidad cultural, procurando a que sigan usando el cuhma (túnica) y que sigan fabricando sus colorantes naturales con que se pintan el rostro.

 En fin, regresamos, un viaje que no se olvida, trece hora de barca, y prácticamente sin parar, desde Atalaya hasta Puerto Ocopa, ya era de noche. En fin, volveremos.

 Termino con las  impresiones  de  Gabriel:

Papá y yo salimos de Mazamari para Puerto Ocopa, ( 60 km., pero  cinco hora de viaje por carreteras y caminos de tierra) para visitar el Hogar de Niños del Padre Castillo. El lugar, es realmente bello. Un paisaje de ensueño, verdes montañas donde las palmeras son casi la única visión de aquel paraíso. Casas de paja y barro en perfecta armonía con el lindísimo mural del que nosotros ya éramos parte. Todo seguía siendo perfecto. Llegamos entonces, a una construcción casi centenaria, cuyas paredes no disfrutaban de ladrillos cara-vista, ni de blanca perlita. En ellas ... sólidos corazones, de una Madre entregada a una infancia con heridas de antaño y de Un Padre recluta de Dios, que llena de un poquito de esperanza a aquellas almas agradecidas. Niños en un Mundo olvidado que occidente y Norteamérica tardan reconocer.

En la entrada, hay un silencio que adormece, que imnotiza al más despierto, ese silencio es como un grito de agonía que martillea tu cabeza. Como si fuera aire bendecido por Dios, Divino silencio agónico, no puedo expresar aquel sentimiento, lo aseguro, una agonía que embellece, que completa tu alma con sustancia que pueda faltarle... Un Silencio que llega a gustarte ...

En un cuarto alargado, con paredes y techo de latones entremezclados, infinidad de camas vacías, podrían ser cerca de cincuenta, disimulaban con discreción el miedo a sus lechones, vigilantes involuntarios de sueños de torturas, disfrazados si cabe por aventuras de un Peter Pan aún más autentico. En dos lechos, se palpaban todavía sueños en el aire, un aire denso ... "Campanilla, Garfio ... Piratas, no nos olvidéis." Dormían enfermos dos pequeños ... que ahora, por nada del mundo, querrían despertar.

Dejamos atrás a los aventureros, y con una de las Hermanas, nos adentramos entre verde vegetación, en busca de "Los Niños Perdidos". Llegamos, con un calor sofocante, a un río que, con un caudal de esos de película, nos impresionó en cuanto lo vimos. Al otro lado, un episodio indescriptible. Niños como semillas que brotaban de la tierra, germinados por el amor de aquella Madre, saltaban unos a la corriente del río enfurecido y, otros, protegidos por un hábito de coraje, una canoa tambaleante y un Dios por Timonel, agarrando cañas de bambú, rezaban juntos esa plegaria que les premiara con la tentación de la gemela orilla. Yo, particularmente, me limité a lo único que podía ayudar .... llorar.

Mientras, otros pequeños, nadaban, cortando la corriente, con el empeño ya muy tocado pero con la certeza de que el ángel del que sólo esas almas disfrutaban, prometía no defraudar. El beso sonó cuando la canoa, muchos metros abajo, rozo la tierra que nosotros pisábamos. De ella, rebrotaron de nuevo niños por doquier, y todavía, con una rama de bambú ya casi inexistente, la "Madresita", con su hábito embarrecido, sombrero de aleros inmensos y una vitalidad divina, seguía, con la fuerza de no se sabe quien, llevando la embarcación a la misma altura del río de la que todos ellos partieron.

Y, como esos salmones que suben cascadas, asomaban más y más criaturas de las profundidades de aquel río ...

Regresamos a Lima, pero con la decisión firme  de volver